El Banco Atlántico, con un siglo de historia a sus espaldas, es una de
las expresiones paradigmáticas de la trayectoria seguida por la economía
española a lo largo de la pasada centuria. Su cronología está marcada
por tres grandes etapas: la del impulso fundacional, producto de los
negocios de ultramar; la de su salto cuatitativo en los años sesenta,
que consagró las aspiraciones de la burguesía periférica,
representada por hombres de negocios catalanes y vascos, y finalmente la
etapa marcada por la reconversión de la entidad de la mano del capital
árabe.
La cronología del Atlántico presenta una fecha ineludible: noviembre de
1961, momento en el que un grupo de industriales compraron el banco a
los herederos de Claudio Güell Churruca, conde de Ruiseñada. A partir de
aquel momento y a lo largo de dos décadas, Casimiro Molins, José Ferrer
Bonsoms y Guillermo Bañares fueron los auténticos impulsores del
Atlántico. El veterano patrón de Cementos Molins desempeñó la
presidencia de la entidad, que en su etapa de esplendor llegó a tener
más de 10.000 acionistas. Su mano derecha, Ferrer Bonsoms,
vicepresidente ejecutivo, había sido director general del Banco Popular
de los hermanos Valls Taberner y a él se debió, en gran medida, la
apuesta por la llamada banca industrial. La de Molins al frente del
Atlántico fue una etapa de desarrollo sostenido. El Atlántico pasó de
tres oficinas en 1961 a 78 en 1975, distribuidas en 29 provincias
españolas. En el mismo periodo, multiplicó por 50 sus depósitos y por 70
su inversión crediticia. Saltó del puesto 59 al 10º en el ranking español
de la banca y al amparo de la nueva legislación, nacida como
consecuencia del fin de la autarquía económica, promovió la creación de
Unión Industrial Bancaria (Bankunión), una segunda marca a través
de la cual participó en distintos proyectos empresariales. Desde
Bankunión los gestores del Atlántico fundaron la concesionaria de
autopistas ACESA, al adjudicarse un concurso público tras una
recomendación del Banco Mundial al Gobierno del general Franco, al que
instaron a la construcción de un eje viario en la zona de Levante.
Molins recuerda que su decisión tuvo que superar incluso las
resistencias de su entorno.
El último capítulo de la historia del banco se escribe ahora. En 2001,
el Atlántico celebró su junta de accionistas declarando un beneficio de
9.000 millones de pesetas, casi el mismo día en que se hacía público el
cierre de una oficina de Nueva York. Fuentes del banco señalan que 'la
desaparición de la sucursal se debe a razones de mercado' y reconocen
asimismo que hace más de un año la Reserva Federal abrió una inspección
sobre esta oficina. El Atlántico actual es un banco de gestión de
patrimonios con representación un buen número de paraísos fiscales, como
las Bahamas, las Islas Caimán, Gibraltar y Mónaco. Pese a que la
entidad minimiza el impacto de la inspección de la Reserva Federal,
fuentes financieras conocedoras de aquel mercado manifiestan que el
Atlántico 'no es del agrado de las autoridades norteamericanas a causa
del origen libio de sus inversores'. Su primer accionista, el ABC, es
mayoritariamente libio, pero también está apoyado por otros países del
Golfo Pérsico, como Bahrein, Arabia Saudí y Kuwait. En el Consejo
de Administración del Atlántico -presidido por Abdulmohsen al Hunaif-
se encuentra un miembro de la familia Al Sadab, uno de los lobbies kuwaitíes que durante mucho tiempo han controlado el KIO, la poderosa oficina de inversiones con sede en Londres.
- 2003: Banco Sabadell , superando a las ofertas de varios bancos, incluyendo Barclays Bank y Caixa Geral de Depósitos de Portugal, adquirida y absorbida Banco Atlántico.
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