martes, 15 de febrero de 2022

BANCO ATLÁNTICO



El Banco Atlántico, con un siglo de historia a sus espaldas, es una de las expresiones paradigmáticas de la trayectoria seguida por la economía española a lo largo de la pasada centuria. Su cronología está marcada por tres grandes etapas: la del impulso fundacional, producto de los negocios de ultramar; la de su salto cuatitativo en los años sesenta, que consagró las aspiraciones de la burguesía periférica, representada por hombres de negocios catalanes y vascos, y finalmente la etapa marcada por la reconversión de la entidad de la mano del capital árabe.
La cronología del Atlántico presenta una fecha ineludible: noviembre de 1961, momento en el que un grupo de industriales compraron el banco a los herederos de Claudio Güell Churruca, conde de Ruiseñada. A partir de aquel momento y a lo largo de dos décadas, Casimiro Molins, José Ferrer Bonsoms y Guillermo Bañares fueron los auténticos impulsores del Atlántico. El veterano patrón de Cementos Molins desempeñó la presidencia de la entidad, que en su etapa de esplendor llegó a tener más de 10.000 acionistas. Su mano derecha, Ferrer Bonsoms, vicepresidente ejecutivo, había sido director general del Banco Popular de los hermanos Valls Taberner y a él se debió, en gran medida, la apuesta por la llamada banca industrial. La de Molins al frente del Atlántico fue una etapa de desarrollo sostenido. El Atlántico pasó de tres oficinas en 1961 a 78 en 1975, distribuidas en 29 provincias españolas. En el mismo periodo, multiplicó por 50 sus depósitos y por 70 su inversión crediticia. Saltó del puesto 59 al 10º en el ranking español de la banca y al amparo de la nueva legislación, nacida como consecuencia del fin de la autarquía económica, promovió la creación de Unión Industrial Bancaria (Bankunión), una segunda marca a través de la cual participó en distintos proyectos empresariales. Desde Bankunión los gestores del Atlántico fundaron la concesionaria de autopistas ACESA, al adjudicarse un concurso público tras una recomendación del Banco Mundial al Gobierno del general Franco, al que instaron a la construcción de un eje viario en la zona de Levante. Molins recuerda que su decisión tuvo que superar incluso las resistencias de su entorno.
El último capítulo de la historia del banco se escribe ahora. En 2001, el Atlántico celebró su junta de accionistas declarando un beneficio de 9.000 millones de pesetas, casi el mismo día en que se hacía público el cierre de una oficina de Nueva York. Fuentes del banco señalan que 'la desaparición de la sucursal se debe a razones de mercado' y reconocen asimismo que hace más de un año la Reserva Federal abrió una inspección sobre esta oficina. El Atlántico actual es un banco de gestión de patrimonios con representación un buen número de paraísos fiscales, como las Bahamas, las Islas Caimán, Gibraltar y Mónaco. Pese a que la entidad minimiza el impacto de la inspección de la Reserva Federal, fuentes financieras conocedoras de aquel mercado manifiestan que el Atlántico 'no es del agrado de las autoridades norteamericanas a causa del origen libio de sus inversores'. Su primer accionista, el ABC, es mayoritariamente libio, pero también está apoyado por otros países del Golfo Pérsico, como Bahrein, Arabia Saudí y Kuwait. En el Consejo de Administración del Atlántico -presidido por Abdulmohsen al Hunaif- se encuentra un miembro de la familia Al Sadab, uno de los lobbies kuwaitíes que durante mucho tiempo han controlado el KIO, la poderosa oficina de inversiones con sede en Londres.


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